Aportes
Un momento oportuno
La fraternidad, en tiempos de crisis


Comenzamos la publicación de las ponencias del Seminario Homenaje Chiara Lubich con el aporte del Embajador en Chile, Carlos Pita.
La crítica coyuntura de la finanza mundial es una oportunidad para plantear la categoría política de la fraternidad: mucho más que una necesidad. Ejemplos alentadores

por Carlos Pita

Las circunstancias de la economía global han llevado a un contexto más favorable para replantearnos el tema de la fraternidad. Es un momento particularmente oportuno.
La situación mundial está llena de experiencias de congregaciones de pensamiento, corrientes de opinión y de ideologías ordenadas en función de los dos principios básicos de la igualdad y de la libertad.
Objetivamente, en el correr del siglo pasado prácticamente la fraternidad no ha estado presente como categoría motivadora de grandes pensamientos políticos ni mucho menos como categoría ordenadora de los partidos, que organizan las acciones políticas en el terreno de lo público e inciden en lo privado.
En ausencia de la fraternidad se han producido, por así decir, derivaciones de la libertad que no han tenido presente la igualdad, y también derivaciones de la igualdad que no han tenido en cuenta la libertad.
Con la definitiva disolución de lo que se denominaba socialismo real, se acabó una expresión de vida de una parte de la humanidad que apostó —en forma, a mi juicio, desbalanceada— hacia la igualdad.
En los últimos tiempos se está produciendo en el mundo el descalabro de una concepción en la cual la libertad, llevada a un extremo que implica la libertad absoluta de los mercados, generó condiciones para la ausencia de regulaciones inspiradas en los valores y en la fraternidad.
La señora presidenta de Chile, entre otros mandatarios, definió como causa principal de este descalabro financiero mundial la codicia de unos pocos.
Se comprueba el desacierto de una concepción de la libertad por la libertad misma, en la que está ausente todo valor, todo soporte de humanismo y de consideración de las personas que menos poder tienen en el mundo.
Es un momento propicio para tomar nuevos bríos y plantear con mucha más energía que antes el enfoque de la fraternidad como categoría política, desde el punto de vista académico pero también desde el punto de vista político-militante, ya que creemos que la política es —como tan maravillosamente dijo Chiara Lubich— «el amor de los amores».
Y la fraternidad se diferencia de la solidaridad: la contiene, la supera.
Es claro que la solidaridad se establece desde una posición de mayor poder, desde donde quien es solidario vuelca su sentido de piedad, de hermandad hacia otros que tienen menos poder. Por lo tanto, uno da y el otro recibe. Es una relación asimétrica. El concepto de fraternidad contiene este sentimiento que lleva a la gente a actos de solidaridad, pero al mismo tiempo introduce la comprensión del otro como un igual a uno mismo en serio.
Hace poco, se realizó en Santiago de Chile una reunión del Consejo Directivo de la FLACSO, un organismo académico latinoamericano de Ciencias Sociales.
Uruguay se incorporaba por primera vez. No lo habíamos hecho antes porque nos creíamos demasiado autosuficientes en lo académico y no habíamos considerado que era conveniente integrarnos. Nos considerábamos distintos por mejores al resto de los países de América Latina.
En esta ocasión se invitó como ponente a un destacado sociólogo alemán, que habló del uso del equilibrio de las asimetrías de la Unión Europea, y se refirió a los fondos de asimetrías mediante los cuales los países de economía más desarrollada ayudan a los países de economía en menor desarrollo a tomar impulso para que se logre un equilibrio.
Después de su intervención, un miembro de la FLACSO preguntó: «¿Cómo podemos hacer para aplicar esto a nivel más general, para el conjunto de los países que tienen dificultades?» El sociólogo contestó con el corazón en la mano y con una sinceridad absoluta: «Bueno, pero usted no pretenderá que lo que hacemos con nosotros, lo hagamos con ustedes.»
Lo sorprendente para mí fue constatar cómo en un nivel de esa categoría de desarrollo del pensamiento, de reflexión sistematizada y científica, podía alguien contestar tan ingenua, normal y espontáneamente, sin reparar en lo que estaba diciendo. La dicotomía “nosotros” y “los otros” está extendida en forma dramática, diría.
Personalmente, no comparto ninguna visión escéptica ni fatalista. Considero que las teorías de la sociología, de las ciencias políticas, de las relaciones internacionales que enfocan las cosas de una manera escéptica, no nos ayudan a superar las dificultades.
La teoría de Huntington (el «choque de civilizaciones», N.d.R.) se arraiga en un escepticismo profundo respecto de la condición humana. Evidentemente, creo que está inspirada en una construcción teórica equivocada. ¿Qué quiero decir con estas reflexiones? Que si nosotros no militamos por la fraternidad, llevándola a los distintos planos, nos va a ser muy difícil superar dialécticas a nivel global. Tenemos todo para poder intentarlo. Por eso me siento tan bien en el Movimiento Político por la Unidad.
Hace poco se reunieron los mandatarios de las naciones más poderosas del mundo para evaluar las repercusiones de la crisis financiera. Actuaron quizás por la sensación de catástrofe inminente, pero con un espíritu de cooperación que hacía tiempo no se veía. Hay que aprovechar esta circunstancia tan difícil y plantear que tenemos que tener ese espíritu de cooperación para todas las situaciones, no sólo para la crisis financiera, la crisis de la miseria y del hambre.
Vemos lo positivo de esta actitud de cooperación para tratar de salvarse de las consecuencias de la catástrofe; pero nosotros participemos con iniciativas y con creatividad para aplicar la misma actitud esta vez no para prevenir sino para afrontar la catástrofe espantosa de la miseria, del hambre y de la marginación en el mundo
Otro ejemplo. Todos conocemos el difícil escenario de Bolivia: una parte de la sociedad se enfrentó con otra, en una espiral de violencia que amenazaba con generar un estallido en ese país tan sufrido. En muy pocos días se reunieron los mandatarios de América del Sur y en un espíritu realmente fraterno protagonizaron una reunión en la que analizaron la situación, tendieron la mano a la sociedad boliviana, actuaron e involucraron a toda la Comunidad Sudamericana de Naciones, en una actitud ejemplar desde el punto de vista de política exterior, que no tiene antecedentes en el mundo.
Fue un excepcional ejemplo de espíritu de fraternidad práctica, en este caso sin la catego-rización, sin la teoría, y ayudó mucho. Los problemas en Bolivia siguen, pero la espiral de confrontación se detuvo y una comisión de UNASUR está trabajando para el diálogo, investigando en el departamento de Pando, al Norte extremo de Bolivia.
Son buenos ejemplos que nos pueden estimular a iniciar el maravilloso impulso de Chiara Lubich, buscando dar a la fraternidad universal el sitial que tiene que tener. Creo sinceramente en ello, por eso me siento cada vez más convencido de que hicimos muy bien en estar y trabajar juntos con Alberto (Scavarelli) y con Ruperto (Long) y con tantas otras personas en el MPU, que espero que siga creciendo y tomando fuerza.